Truman Capote, Narciso y los espejos

¡Cómo pueden romantizarnos los espejos! Y ese es su secreto. ¡Qué tortura sutil sería destruir todos los espejos del mundo! 

¿Dónde buscaríamos entonces la confirmación de nuestra identidad.

Te lo afirmo, mi querido, Narciso no fue un egoísta... fue simplemente otro de nosotros que, en su indestructible aislamiento, reconoció, al ver su imagen, al único camarada hermoso, al único amor inseparable. ¡Pobre Narcisco! Posiblemente fue el único ser humano que se mostró honesto en ese sentido.

Tomado de "Otras voces, otros ámbitos", publicado en 1948.

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