El gran Gatsby y otra vez el cine se mete con Fitzgerald

“El gran Gatsby”, clásico texto de una época y entre los mejores títulos del siglo XX norteamericano, será estrenado en febrero, según los anuncios. El rodaje de esta nueva remake, con Leonardo DiCaprio, también apunta a rescatar la historia del misterioso potentado Jay Gatsby.


La novela describe una historia que sucede en el tránsito del verano al otoño de 1922 ("sentí la familiar convicción de que la vida estaba empezando de nuevo con el verano…"). Quizá por esta causa, a casi 90 años de su localización temporal, es que se ha previsto una nueva adaptación cinematográfica, protagonizada por Leonardo DiCaprio, con fecha de estreno, al menos en Estados Unidos, el 18 de julio de 2012. Es acompañado en el reparto por Carey Mulligan , como Daisy, el desvelo de Gatsby.
Sin embargo, “El gran Gatsby” se publicó por primera vez en 1925. Y causó conmoción. Desde entonces cada vez más lectores llegan a un texto clave. Los nuevos lectores muy rápido se hacen habitués del resto de la obra escrita por Francis Scott Fitzgerald. Todos estos movimientos no hacen más que confirmar lo que ya otros tantos afirman desde hace décadas: que sí, que estamos frente a una de las 10 mejores novelas norteamericanas del siglo XX. E incluso más: una encuesta entre especialistas la ubica como subcampeona de la centuria literaria.
El propio Fitzgerald consigue mejor resumen: "Muéstrame un héroe y te voy a escribir una tragedia".
No fue exactamente lo me que dijo, hace algunos años, Todd Dale: "Yo sería feliz de ayudarlo, tanto como al señor Fitzgerald, quien estoy seguro que estaría más feliz de ser llamado "intelectual", aunque considerarlo el gran escritor del siglo 20 sería más exacto". Dale es claro exponente del "credo" Fitzgerald, por cierto, credo vintage por excelencia. Todd Dale es autor de una buena investigación sobre la muerte del escritor.
La tumba de Fitzgerald presenta en su lápida la frase que clausura "El gran Gatsby". El final de la novela, inspirado, también concluye en el mismo tono que tiene el texto hasta su desenlace. 
Es que la novela, además, es todo un tesoro para los buscadores de frases, sean ellas autónomas o en contexto. A muy poco andar, el texto resalta aquella máxima que Nick Carraway recuerda en boca de su padre: "Cuando sientas deseos de criticar a alguien recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tuviste."
Nick Carraway es el narrador y el personaje a veces oculto en un semestre de vida de Jay Gatsby. Y el aspirante a escritor, una promesa literaria, es más que un fisgón, en tanto Gatsby es "el hombre que presta su nombre a este libro, el hombre que representaba cuanto he desdeñado desde siempre". Nick es primo de la otra protagonista de la novela, Daisy Buchanam. Es claro que el escritor Fitzgerald, la voz, su estructura de pensamiento, se coloca a la vera de Carraway, pero desde siempre sobrevuela una pregunta: ¿con cuánto de Gatsby soñó alguna vez ser el Fitzgerald una vez ya maduro?
Francis Scott Fitzgerald cumplió veintiocho años mientras escribía y corregía "El gran Gatsby". Fue su obra maestra. Presentó otros libros, antes y después, pero nada alcanzó la intensidad y esplendor, una ambigua profundidad, leve y fresca, y la agilidad excepcional de este texto. Su obra maestra fue también su condena. 
Del pelotón de su producción se destacó una rareza, considerando que siempre fue un escritor de largo aliento. No es otro que el conjunto de crónicas y cuentos, el titulado "Crack-up", mayoritariamente considerado como el libro maldito en la obra del escritor. O también de cómo ir cayendo en cámara lenta sin red, contarlo, para seguir el derrotero al abismo -siempre en cámara lenta- aunque desde otra perspectiva. Se publicó en 1936 como recopilación de una serie de artículos aparecidos en la revista Esquire. Hoy es libro de culto, oda de la bancarrota emocional.
"El gran Gatsby" en la década del 20 expone, por la tangente, el rigor y las grietas de la Ley Seca en territorio norteamericano. Funciona como el sonido de la época, su contexto histórico. Aquello que se definió como "La era del jazz" fue también el período en que reinó la esposa de Fitzgerald. Ella se convirtió en diosa pagana apareciendo a veces como una deidad.
Era una época de mercado negro, dinero fácil para contrabandistas de alcohol y también la plataforma para la diáspora de varios de los mejores exponentes de la escena cultural norteamericana: la mayoría de ellos dejaron la Ley Seca para vivir el esplendor europeo, pese a las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Así es que los Fitzgerald fueron de Manhattan a Great Neck, y de allí saltaron a Capri, París, Roma y hasta la Riviera. Vivieron una bohemia que se convirtió en paradigma. Fueron tan elegantes y hermosos, tan finos y sofisticados, hasta que Zelda Sayre, la señora Fitzgerald, la codiciada, la envidiada, la imperial señora Fitzgerald, se transformó en una simple mujer, alcohólica hasta el trastorno mental. 
No asombra entonces que su influjo haya consumido la luz y energía del escritor. "Yo hablo con la autoridad del fracaso. Ernest (por Hemingway) habla con la autoridad del éxito", según el propio Fitzgerald. El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro afirma que la bebida "presupone una jerarquía". Así entonces enumera distintos géneros: "la cerveza es de compadres, el vino es de a dos, la vodka es joda, la cachaça es patria y el gin es Gatsby". 
"El gran Gatsby" se desarrolla, mayormente, en Long Island, en la periferia de Nueva York, metrópoli que sólo aparece en algunas escenas de la novela. Lo explica mejor su autor: "A veinte millas de la ciudad, un par de enormes huevos, idénticos en contorno y separados sólo por una bahía de cortesía, penetran en el cuerpo de agua salada más domesticado del hemisferio occidental, el gran corral húmedo de Long Island". Es allí donde se ubica el feudo de Gatsby, una vaporosa mansión, "imitación perfecta de un Hôtel de Ville de algún pueblo normando".
¿Cuáles son los temas que construyen esta novela en apariencia frívola pero tan densa y contundente que incluso inspiró un guión cinematográfico a cargo de Francis Ford Coppola en 1974? 
Hay tantos temas en la novela que tampoco hay coincidencias. Uno de ellos podría ser la soledad del poderoso, aquel que consigue todo-todo, menos el amor. Pero el juicio peca de simple y reduccionista. Gatsby es, también, una historia de la codicia, de pasiones desbocadas, de relaciones humanas entre jóvenes. No surge ni como tratado ni manual.
Es un grupo de jóvenes iracundos y acomodados, en época de verano -el ardor del verano y la melancolía del otoño-, incendiados de y por amor. Es posible que Gatsby también sea leído como breviario de la fascinación y curiosidad que se provocan personas de distintas clases sociales. O más pedestre, entonces: apenas la historia de un amor trunco, entre lo maduro y lo que aún no lo es, bache a veces generacional, aunque no necesariamente. Que, en definitiva, el Gatsby es una historia de amor. Y acaso convenga admitir que todas, que absolutamente todas las historias posibles son de amor, o su reverso. El desamor es parte de Jano.
Varios de los buenos novelistas norteamericanos del siglo XX son deudores de Gatsby y de Fitzgerald: es difícil imaginar una tradición, de Truman Capote hasta Philip Roth, que niegue una obra y un autor tan simple y al mismo tiempo monumental. Gatsby, a su modo, fue el Fitzgerald que se quedó a mitad del camino. 
Pero al final es la historia del arte: las mejores obras sobreviven a sus creadores. Es un destino, inexorable. Y todo un legado: los escritores mueren, los libros sobreviven. Una de las evidencias es que desde la muerte de Francis Scott Fitzgerald se han vendido más de veinte millones de ejemplares de sus libros. Gatsby pensaría en que eso es un buen negocio, o por lo menos una ecuación a la altura de su circunstancia.

Este artículo fue antes publicado en el suplemento Cultura, de diario Los Andes

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