Independiente Rivadavia y Daniel Vila, como dos extraños


Soy hincha de Independiente Rivadavia. La primera vez que fui a la cancha me llevaron unos hinchas de Gimnasia, el equipo de los primos, el clásico. Después sería uno de los tantos que seguirían la última campaña gloriosa del once azul: el Nacional de 1982. Tenía 12 años y una guerra extraña en mi haber, la de Malvinas.
Nunca he ido a la popular. Desde la platea, creo, veo mejor el partido, que es a lo que voy cuando voy al estadio Gargantini, en el Parque San Martín, nuestra casa, escenario de tardes y noches, alegrías, no alegrías, el juego del fútbol. 
También he ido a ver partidos de Independiente a otras canchas, en distintas ciudades, siguiendo ese sentimiento extraño de los hinchas de un club de fútbol. Cuando he vivido en Brasil era medio raro abrir los diarios mendocinos sólo para saber el resultado de tal o cual partido de Independiente. No ha importado el torneo, el rival. Jamás. De todos modos debo decir que la campaña de Carlos Tévez y Mascherano en el Corinthians, campeones e ídolos, resultaba mucho más entretenida.
Las últimas veces que hablé personalmente con Daniel Vila fue sobre Independiente. El ya era presidente del club. Yo recién llegaba de un tiempo largo sin noticias de Mendoza.  Tampoco tenía empleo. Daniel Vila me ofreció trabajar en uno de sus medios. Rechacé la oferta aunque la necesitaba. Había renunciado a sus medios años antes, cuando supe que me interesaba el periodismo, pero también la literatura. Por raro que parezca ahora es lo que me sigue interesando. Me gusta pensar en Bartebly, el personaje de Melville.
Mucho tiempo antes de renunciar a sus medios, y cuando era insospechado que alguna vez en la vida Daniel Vila fuera a ser presidente de un club de fútbol, con un colega, gran amigo, y a su modo un maestro en esto del periodismo deportivo, Juan José Martínez, comenzamos a soñar una historia de Independiente Rivadavia. Era un relato que nos apasionaba: por hinchas, por periodistas, por el ánimo de entregar un relato que, hasta entonces, a nadie se le había ocurrido legar o investigar. Sólo existía la tradición oral.
Por eso cuando regresé a Mendoza y rechacé aquella oferta de empleo, que no era nada atractiva, por cierto (el periodismo no parece anidar en los multimedios, en mi criterio), le propuse a Daniel Vila retomar aquellos apuntes sobre la historia del club. Al fin y al cabo yo podía emplearme en esa tarea, la que creía más creativa e interesante que la de trajinar en una redacción de provincia, al estilo de Flaubert pero sin mucho estilo. 
Nos entusiasmamos e incluso él, como era uno de los dueños de la revista El Gráfico, me autorizó la entrada  al archivo de Editorial Atlántida. Recuerdo que recibí mil pesos para cumplir la misión de escarbar allí y recoger todo lo que hubiese sobre Independiente Rivadavia. Ese dinero incluía el traslado hasta Buenos Aires, alojamiento y viáticos para dos personas (Juanjo Martinez da fe y aún conserva los comprobantes que nunca nadie nos pidió). Quedan a disposición, como siempre lo estuvieron. O le devolvemos el dinero, como dicen las publicidades de artículos de ninguna necesidad.
Y allí termina la historia, la relación con Daniel Vila y el libro "Un siglo azul". Incluso le adelanté que la fecha de la fundación del club podía ser inexacta, fruto de lo que habíamos investigado. Habría que preguntarle a él qué lo decidió a dejar este proyecto. No se lo pregunté y menos sentido tiene hacerlo ahora. Investigamos durante un año para escribir un libro riguroso, periodístico, emotivo y quizá esclarecedor. Al final, la historia de Independiente es la historia del fútbol en Mendoza. Y si nos pusiéramos puntillosos, a partir de distintos datos históricos, bien se puede establecer un relato aledaño sobre la clase dirigente de la Mendoza del siglo XX. Durante mucho tiempo el poder económico y político de Mendoza estuvo asociado a Independiente.
Aclarado esto por primera vez y visto los recientes sucesos que, nuevamente, ponen al club en boca de los medios y no justamente por méritos deportivos, sostengo:
Es absolutamente reprobable cualquier hecho de violencia. El sufrido por el presidente del club en la cancha de Quilmes, o en Mar del Plata, o donde haya sido. Ese clima incluso lo vivimos de locales, con Carlos Salvador Bilardo como manager del club, cuando un hincha le asestó una trompada al ex DT. La violencia es algo tan habitual en los estadios deportivos del fútbol argentino que repudiarla hasta aburre.
Independiente Rivadavia hace largos meses, diría años, protagoniza sucesos extra futbolísticos que lo ponen en un sitio muy triste e injusto: la esencia del club, su desempeño deportivo, siempre ha quedado al margen. Y cuando se hace hincapié en ello por lo general es para distinguir los calamitosos resultados deportivos de una gestión en picada. 
Si la realidad del fútbol es la que dan los resultados, Daniel Vila no es precisamente un caso testigo. En su administración de siete años han pasado más de 120 jugadores por el club, sin pena, sin ninguna gloria. De igual modo, la lista de DT ha sido más que generosa, cuando no caprichosa. Hoy, el equipo navega prácticamente en el mismo nivel deportivo en el que se encontraba antes de su espectacular arribo al club.
¿Por qué renuncia al club Daniel Vila? Nadie lo sabe. Y quienes lo saben nunca lo dirían. Hay muchas teorías y juicios, pero los juicios de la historia son categóricos, más que rotundos. Independiente Rivadavia es un club histórico del deporte argentino, más que centenario, pese a lo que puede opinar Daniel Vila. De allí que se ofrece este resumen histórico sobre el club. Y a continuación un tango que podría resumir la crónica de una muerte anunciada:

1902
El fútbol en Mendoza sólo se practicaba en el Colegio Nacional. Eran equipos de estudiantes.

1905
Los primeros equipos fueron La Peña, Los Andes, Defensores, Unión, Gran Oeste.

1907
Nace Belgrano Foot Ball Club (diciembre).

1908
Se forma la sección fútbol de Gimnasia y Esgrima. Primer campeonato de Cuyo.

1909
Belgrano supera los conflictos con la Liga de Clubes y toma parte del torneo oficial.  Sale campeón, aunque por los disturbios producidos en el último partido, frente al Club Mendoza, se invalida el logro, así como se vuelve a expulsar al equipo de la Liga.

1910
Belgrano dispone jugar en una cancha propia, debido a los problemas que se originaban en la única cancha que existía en la época, ubicada en la actual esquina de Godoy Cruz y 25 de Mayo. El campo de Belgrano se localizaba en la calle Coronel Plaza, en unos terrenos baldíos alquilados por Burotto.

1911
Desafiando al resto de los clubes y a la aún desorganizada Liga de Clubes de Mendoza, Belgrano programa encuentros deportivos con equipos de otras provincias. El 28 de mayo juega el histórico equipo de Arenales, animador protagónico del campeonato porteño.

1912
Belgrano padece el aislamiento y la falta de competencias deportivas permite que varios jugadores se integren a otros equipos. Uno de los mejores valores futbolísticos, Romairone, sin embargo, permanece fiel a la divisa, y sólo disputa partidos con lo que por entonces se llamaba Combinado Mendocino, una suerte de selección para partidos interprovinciales.

1913
Los hombres que integraban Belgrano decidieron refundar el club, para recomponer relaciones con el fútbol institucional de Mendoza. El 24 de enero nace el Club Atlético Independiente. Se reincorporan los futbolistas que se habían marchado al resto de los clubes, y continúan los más fieles. El actual Independiente Rivadavia nace en 1907, con otro nombre, por lo que se trata de un equipo más que centenario.


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