Medio siglo de bossa nova








Hoy, en Ipanema, Brasil empieza a revivir el máximo género musical, cuando se cumplen 50 años de un ritmo que el mundo ha hecho propio. Un recital en la playa con las máximas figuras y un modesto homenaje al singular Vinicius de Moraes.

Por Mauricio Runno


Hoy es un día de fiesta en la ciudad de la fiesta: no importa si es sábado o lunes: Rio de Janeiro “sempre e linduuuu”. Lo cierto es que hoy, en el Puesto 10 de Ipanema, en un gran show gratuito, se festejarán dos hitos en la historia de Brasil. El primero de los motivos es la conmemoración de un nuevo año de la fundación de la que alguna vez fue la capital del país. Y a pesar de los siglos, Río de Janeiro es la misma desde hace 443 años, aunque ahora, por culpa de la contaminación, no existan los delfines que llegaban a sus costas y que tanto sorprendieron a los primeros viajeros europeos al llegar a este continente. Ni hablar de la mata atlántica, que tanto le costó clasificar al enorme paisajista Burle Marx.
La segunda razón es estrictamente artística, aunque no menos universal, ya que hoy se realiza el primer concierto que conmemora los 50 años de la bossa nova, el ritmo que el mundo aún no pude dejar de escuchar. Ni de bailar, claro. Este es el año Bossa Nova. No caben dudas. Los nombres que hoy tocarán en Ipanema son de lo más representativo de un género que tiene cultores en los sitios más recónditos del planeta. La reunión presenta a Carlos Lyra, Roberto Menescal, Oscar Castro Neves, Leny Andrade, Wanda Sá, Zimbo Trio, Marcos Valle e João Donato. Pero, además, actuarán otros que bien podría decirse componen la renovación del género: Joyce, Leila Pinheiro, BossaCucaNova, Emílio Santiago, Maria Rita e Fernanda Takai.
Si uno se pusiera estricto debería anotar que el momento exacto del nacimiento de la bossa ocurrió el 10 de julio de 1958, cuando el sello grabador Odeon lanzó el disco simple (o sea, un pequeño vinilo con una canción por lado, verdadera rareza en la época del I-Pod) de Joao Gilberto. Allí se incluyeron dos canciones que serían insignias de una flota poderosa: “Chega de saudades” (del binomio Vinicius de Moraes y Tom Jobim) y “Bim Bom”, del propio Gilberto. En ese entonces, Vinicius era cónsul en la embajada de Brasil en Uruguay (“Eu foi diplomata… o preto mais branco, o branco mais preto do Brasil…”). ¿Qué sorprendió en aquel simple y pequeño disco? La forma de cantar, íntima y sentida, la simple de los arreglos y los acordes disonantes, que saltaban dulcemente de las cuerdas a los pies.
Es imposible hablar de todos los grandes nombres de la bossa. No faltarán libros, documentales, películas y discos que comiencen a profundizar el carácter histórico de este movimiento condenado al éxito. Al fin y al cabo, y como dice el eslogan de una radio carioca: “E música brasileira? Ninguém resiste”. Pero uno de los personajes emblemáticos fue Vinicius, y este sería un homenaje, además de los videos que se seleccionaron para el final:
Vinicius
Hasta las 4 de la mañana. Había estado despierto, entusiasmado.
Hacía trampas, como siempre, aunque ahora no bebía, haciendo caso a los médicos. A veces, para continuar con la bebida hay que dejar de beber.
El ritmo de la vida supone privaciones que escapan de la lógica.
Será assim, amiga: um certo dia
Estando nós a contemplar o poente
Sentiremos no rosto, de repente.
O beijo leve de uma aragem fria.

Los días de Rio en julio son mejores que las noches.
El sol no es el mismo, pero eso no importa mucho, ya que las cosas importantes nunca son las mismas a lo largo de la vida.
La niebla escondía los morros, las luces en las avenidas y el mar con la forma del misterio, el confín; a veces el mar era una amenaza, en las noches de julio, en Rio.
Copacabana oía a Tim Maia y algunos caminaban, con medias en los pies, aunque ya se sabe cómo es la moda: pasajera.
Otros escupían melancolía en Rodrigo de Freitas, tardíos, demorando la llegada de la luna en el cielo era otra ilusión en el cielo de la vida de los hombres buenos.
La niebla proponía, oscura y cerrada, la noche.
La próxima esperanza era despertar con el sol.
Todos habían dicho buenas noches, con aquella esperanza: la luz del día siguiente, el mar amigo, la arena tibia.
La Mae Menininha do Gantois estaba soñando con la bruma, ingenua en la confusión de los secretos.
Ella se veía en su sueño más anciana, frágil y quizá por eso más distante.
Y alguien narraba una muerte, que en los sueños siempre es más romántica.
Cuando ella despertó ya estaba el sol en la ciudad y hasta los pájaros lo agradecían.
Tu me olharás silenciosamente
E eu te olharei também, com nostalgia
E partiremos, tontos de poesia
Para a porta de treva aberta em frente.

Entre tantos libros y discos, sólo botellas vacías de alguna guerra olvidada.
Y la compañía de un eterno aprendiz, para dar las últimas fuerzas a otro trabajo.
Y Rio bajo la niebla, apagada a la fuerza, sin voluntad por desaparecer.
Y entre conversaciones y programas de televisión, ni siquiera Tarzán era el rey de la selva en esa noche, a veces volvían a trabajar en el disco de poesías "A arca de Noé".
A las cuatro fue a dormir. Poco después del alba llegaba una ambulancia, al rato llegó otra, pero ni los médicos ni la ciencia dominaron el destino, menos en Rio, aunque fuera en aquellos días de julio en Gávea.
La muerte pensó que se trataba de alguien más, el trámite, la rutina, lo de todos los días.
Y en la épica de la resistencia, el aprendiz fue protagonista, como en las mejores historias.
Con su mano sosteniendo la del maestro, con aquel calor en la mañana fría con sol, se sucedían
diagnósticos, métodos y otras esperanzas.
La mano aprieta a la otra, aunque la mano siempre es la misma, hasta que deja de luchar. Y eso sucedió en un lapso de quince minutos, tras lo cual la batalla se convirtió en silencio.
Ao transpor as fronteiras do Segredo
Eu, calmo, te direi: –Não tenhas medo
E tu, tranqüila, me dirás: –Sê forte.
E como dois antigos namorados
Noturnamente tristes e enlaçados
Nós entraremos nos jardins da morte.

Diez horas después, Vinicius de Moraes intentaría ser enterrado en el Cementerio São João Batista, en Rio, donde a veces la niebla llega, aunque rápidamente se va.


Videos:
Célebre reunión entre Vinicius y Tom Jobim en Italia. Y un chiste en la introducción: tocar y cantar una canción inédita: "Garota de Ipanema".

Clara Moreno, una de las voces de la nueva bossa nova. Vive en Londres y desde allí conquistó a su país, Brasil.

Otro referente: Celso Fonseca, quien con Ronaldo Bastos, están dando un jeito global. Componen en inglés.

Y una última perla para este collar: Alfredo Casero incursiona humorísticamente en la bossa, en las mejores épocas del programa televisivo "Cha cha chá". La letra es, claro, un delirio.

http://www.youtube.com/watch?v=_UPh2EdGHH0&eurl=http://www.mdzol.com/mdz/nota/33573-La-bossa-nova-cumple-medio-siglo/

Comentarios

SWING BOSSA ha dicho que…
Felicitaciones por el post, muy interesante.

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