Juan Carlos Aguinaga, ministro de Seguridad de Mendoza:

"Es posible ganar la lucha contra el delito"




Hace pocos días la editorial Sudamericana presentó en Buenos Aires el segundo tomo de "In fraganti", una colección de cuentos policiales, encargados a escritores noveles. Los textos presentan una única condición: su historia debe tener relación con eso que ahora se llama "la realidad policial", es decir, aquellos casos que por razones indómitas concitan la atención. Si estos libros se hicieran en Mendoza quizá podríamos producir veinte libros de este tipo, en tanto la progresión delictiva aquí parece ya una constante. Más de una década, la última, permiten a los mendocinos del siglo XXI integrarse a ese fenómeno mundial también creciente: la inseguridad.

Uno de los que pueden dar fe acerca del tema es Juan Carlos Aguinaga, figura histórica del Partido Demócrata. Más aún: se trata del primer miembro de esa fuerza política en ocupar un cargo en el ejecutivo provincial desde 1983. Su responsabilidad al frente del Ministerio de Seguridad ha sido uno de los movimientos más sorpresivos del gobernador Jaque, teniendo en cuenta que parte de su campaña polìtica se centró en esta área ríspida e incómoda para cualquiera de los últimos mandatarios mendocinos.

Reconocido abogado, Aguinaga se muestra muy calmo, pese a ocupar uno de los sillones más mullidos de la administración provincial. Muchos de sus antecesores se han despedido de allí sin gloria y con pena, otros han eyectado como pilotos de avión en picada y hasta ahora el gato continua sin cascabel. El diálogo con él es franco y directo, para luego distenderse. Es la palabra de un maratonista de la política mendocina cuya aspiración es llegar a la meta. Y esa meta es, ni más ni menos, que torcer una historia de vejaciones, dolor, sangre y pérdida.

Ayer, al mediodía, se refería a los cuestionadores de turno. "Muestran cierto infantilismo político", dice. "Francamente es lo único que me llama la atención". Por lo demás confiesa estar "muy tranquilo porque trabajo bastante y, en definitiva, la seguridad es un problema de técnicas, que deben ser aplicadas ante semejantes diagnósticos".

- Usted bien sabe que en Brasil no sucede demasiado esto de la “ideologización” en la lucha contra la inseguridad. Aquí, en cambio, siempre aparece un debate.

- Sinceramente yo no me quiero meter mucho en eso. Que la izquierda haga lo que ella crea que sea necesario y yo hago lo que yo tengo que hacer, que es trabajar por los mendocinos. Y le reitero: si hay una suerte de infantilismo de parte de algunos de los que quieren reivindicar antiguas ideas o conceptos que tienen, allá ellos. A mí el gobernador Jaque me ha convocado a trabajar y aquí estamos.

- De cualquier modo, y antes de asumir, ha soportado los embates de la izquierda local.

- No, no. Yo nunca. Personalmente no. Además nunca tuve ninguna participación en los gobiernos militares. Durante la época de la represión hice los hábeas corpus y presté los servicios de atención a las personas que me lo solicitaron. Fui también víctima también de un acto de terrorismo, cuando me colocaron una bomba en mi estudio. Así reventaron la puerta del estudio en la época de Santuccione.

- Ignoraba lo que usted menciona.

- Incluso le digo más: salió en los diarios, fue un hecho muy notorio. Fue bastante conocido en aquella época. Pero lo superé. Posiblemente algunos de los pocos que protestan ahora no habían nacido ni ahora tienen idea de las cosas que había que soportar por entonces. Por eso yo trabajo sin temores. Y lo hago con la sensación de un gran apoyo de la gente. Lo percibo cuando camino por la vereda, cuando voy a los lugares a los que fui siempre y a los que continuo yendo sin guardia ni custodia.

- ¿Cuál es su edad, ministro?

- Yo tengo 71 años.

- ¿Puede explicar por qué alguien, después de los 70 años, con responsabilidad pública probada, toma el hierro caliente de este ministerio?

- Porque los aprendí en mi casa. Mi padre era dirigente del Partido Demócrata, fue presidente desde 1946 hasta 1955. En esa época yo estaba entrando en la adolescencia y en mi casa sólo se hablaba de política. Así es que tengo una formación para el servicio público.

- Después de los 70 la mayoría de las personas buscan vivir la vida con mayor tranquilidad, disfrutar. Todo al revés de lo que usted está viviendo.

- Sí, tiene razón. Pero me viene muy bien, me rejuvenece enormemente. Anoche estábamos comiendo con unos amigos y decían: “Bueno, el único que labura acá sos vos” (risas).

- Más allá de chiste su caso es valioso. Aquí se habla muchísimo pero nadie se hace cargo ni siquiera de sus propias palabras. Y asumir un cargo público en su situación es bastante inusual.

- No me he tomado vacaciones y mi familia sí. Creo que no tengo que hacerles pagar el costo de mis impulsos de acción o de actuación pública. Creo que he elegido un muy buen equipo de trabajo, sobre todo con Carlos Rico, con quien he trabajado desde hace 10 años. Nos llevamos muy bien, nos complementamos. El es una persona muy bien formada y tiene un gran liderazgo y un gran conocimiento de la problemática de la seguridad pública. Y a esto lo combinamos con lo que yo puedo saber de derecho penal, criminología, política criminal y también un poco de seguridad pública que hemos estudiado.

- ¡Cómo se lo están cascoteando a Rico!

- Sí, pero vamos a seguir adelante. El tiene mucho conocimiento, se siente muy seguro.Lo que en realidad estamos haciendo es profesionalizar la policía. Hemos vuelto a traer profesionales en áreas en las que había civiles que no eran expertos. Uno de los defectos de la reforma policial fue pretender controlar a la fuerza colocando civiles en diferentes cargos cuando en realidad el control se puede hacer desde arriba, sin necesidad de poner personas inexpertas a cumplir roles para nada más que mirar lo que hacen los expertos. Aquí se generó una suerte de duplicación de acciones. Había un Director de Investigaciones y también un Jefe de Investigaciones, el primero civil y el otro policía. Ha habido Directores que no tenían la más pálida idea de lo que era una comisaría y el uniforme azul. Hay casos emblemáticos, casi de risa al respecto.

- ¿Puede contar alguno?

- No. Prefiero preservarlos. Ya la propia vida ubicó a cada uno en su lugar.

- Una presencia notable en la escenografía de estos días es justamente la presencia policial en la calle.

- Estamos logrando poner en marcha a toda la policía. Que se sienta representada por sus jefes, que se sienta bien mandada, orientada. Y estamos recibiendo muy buenas respuestas. Hemos vuelto a realizar algunas políticas buenas, como la designación de comisarios en cada una de las seccionales, que significa determinar un terreno de responsabilidades de quien manda en esa área. Y son referentes para la población, para canalizar sus demandas de seguridad. Y al mismo tiempo tenemos un responsable al que podemos pedirle explicaciones sobre su trabajo en caso que sea necesario.

- Que haya comisarios en las comisarías es algo que parece del sentido común.

- En uno de los actos en los que estábamos poniendo en posesión a un comisario, un joven periodista me preguntó si no estábamos volviendo a la vieja policía, porque estábamos poniendo a un comisario al frente de una comisaría (risas). Me causó una gracia enorme. Y esto es también la suerte de infantilismo a la que me refiero. La policía no es una agrupación de carmelitas descalzas…

- Por sus dichos, ¿Usted le está proponiendo a la población una política de seguridad con conducción clara?

- Así es. Se baja línea claramente. Estamos haciendo cosas clásicas pero también otras modernas. Los operativos que estamos realizando son absolutamente tradicionales pero también estamos haciendo inteligencia, que es sumamente eficaz. El jueves tuvimos una reunión muy larga, que duró casi 12 horas, trabajando sobre los mapas geográficos de Mendoza, los mapas del delito, pero además hemos aprovechado Internet y el Google Earth, para tomar algunas zonas conflictivas directamente vía satelital, para poder realizar una acción transversal con los demás ministerios, como Desarrollo Humano y Salud o Secretarías como la de Deportes, como con los mismos municipios. La seguridad no es un problema de policías y tiene que ser integral en su tratamiento, porque es una actividad interdisciplinaria, pero que además necesita transversalidad entre toda la gestión del gobierno. Insisto mucho en que esto es la aplicación de determinadas técnicas frente a un buen diagnóstico.

- Hace unos días minimizó la situación delictiva, reduciendo la problemática al área metropolitana de nuestra provincia.

- Lo que quise decir es que el problema existe en toda la provincia. Y lo que quise señalar, para mostrar un camino de optimismo, es que, en definitiva, los puntos más complicados eran sólo cuatro. Y que si grandes ciudades habían logrado superar el problema de la inseguridad ciudadana, cómo nosotros, que tenemos una población de un millón ochocientas mil personas, y que tenemos una fuerte conflictividad en sólo cuatro departamentos, cómo no vamos a vencer en esta lucha. Eso fue lo que no me entendieron, ese sentido de optimismo que quise brindar. Cuando dije aquello también quise decir que con este cuadro es posible ganar esta lucha. Porque ha habido ministros que han dicho que esto no se podía resolver, que nunca se iba a tener la seguridad que se tenía antes. Si Bogotá, en el medio de Colombia, un país que viene azotado por la guerra civil desde mediados del siglo XX, ha logrado bajar los índices de criminalidad de una manera extraordinaria, en un período de doce años, que significó el paso de cuatro alcaldes, cómo no lo vamos a arreglar en Mendoza.

- Con la Ley de Emergencia aprobada en su área, ¿cuáles son las prioridades?

- Gracias a la aprobación de la Ley de Emergencia de Seguridad, y vengo de conversar con el gobernador sobre este asunto, vamos a empezar con un plan de reparación de vehículos de la fuerza. Y estamos haciendo una clasificación de aquellos que son más fáciles. Obviamente que compraremos nuevas unidades. Y también me pidió el gobernador que compremos los uniformes de invierno. Estas tres son las prioridades, sin perjuicio de comenzar a tratar la solución de algunos reclamos administrativos y judiciales, hablando con los representantes de esos sectores.

- Hoy (por ayer) debe ser uno de los días más felices en su escaso tiempo frente al ministerio, por la sanción de esta Ley. ¿Ganó la primera batalla?

- Hoy el gobernador estaba francamente muy contento por esto.

- ¿Fue idea suya o del gobernador esta ley?

- Creo que fue una idea múltiple. En realidad yo tengo que reconocer que uno de los que más insistió con la Emergencia fue el actual diputado Cassia, cuando era senador. Nosotros desde el Partido Demócrata nos resistíamos a la idea de la Emergencia, por aquello de que en muchas obras de criminología y de política criminal se dice “salgamos de la emergencia y construyamos caminos que vayan hacia la normalidad”. Ahora lo cierto es que después nosotros, en el Partido, desde hace un año, cambiamos de idea, ya que apreciamos que había efectivamente una situación de emergencia. En realidad, la ley de Emergencia, como lo dijo muy bien el senador Giordano, no es una ley de Emergencia ya que no viola ningún derecho. Todos los tratadistas, cuando hablan de la Emergencia, y sobre todo en el fallo Peralta, que es un leading case de la Corte, dicen que en la Emergencia se violan ciertos derechos. La Corte Interamericana de Derecho ha dicho que acepta la emergencia siempre que no se violen ciertos derechos: se puede lesionar ciertos derechos, pero otros no, como la inviolabilidad del domicilio, la libertad personal. Aquí se ha hecho un batifondo enorme, pero en definitiva la ley nos autoriza a hacer traslados de partidas, es decir, la movilidad de recursos, nada más, y establecer una facilidad en las compras, que incluso la podíamos tener con la propia Ley de Contabilidad. Lo mejor de esta ley es que nos permite realizar acciones rápidas por loo que veremos resultados con mayor velocidad. La población verá que tendremos más vehículos, que tendremos policías mejor uniformados y percibirá la concreción de acciones de todo un gobierno que esta abocado a solucionar este tema. Y esto es importante para nuestro plan de seguridad: la generación de confianza. Para nosotros es importante mostrar resultados en el corto plazo, ya que esta tarea es muy larga, y mientras más confianza tenga la población mayor será el grado de eficacia.

- ¿Usted dice que dentro de un año Mendoza podría no estar a la cabeza de los índices de mayor actividad delictiva del país?

- Ahora no está a la cabeza de ese índice. (Piensa). Mire, usted se ha metido en un tema que me gustaría aclarar. Yo creo que en Mendoza, en general, no tenemos índices muy confiables. Porque tenemos un índice que marca la Corte, el Poder Judicial…

- ¿Usted también se refiere también a la oficina que medía la inflación aquí?

-No, no. Estoy hablando de índices del área a mi cargo. El Judicial, diremos. Hay otro índice que lo da el ministerio público. Y hay otros índices que se elaboran en las comisarías. Y también tenemos que advertir lo que se llama el agujero negro, aquello que no se denuncia. Por eso nosotros vamos a tratar de hacer un índice que sea creíble por la población y vamos a buscar un sistema que nos permita tener índices confiables.

- No es posible apoyarse en estadísticas, pero cualquier observador percibe que la actividad delictiva de Mendoza está siendo cada vez más truculenta y sórdida. ¿Puede explicarlo? Me refiero al delito porque sí, al daño porque sí, herir porque sí, hasta matar porque sí.

- Creo que acá uno de los problemas más preocupantes que tenemos es el consumo de inhalantes. Y en menores de edad eso genera pérdida de conciencia. Esa disminución importante de los niveles de conciencia hace que un menor, o un mayor, por sacarle un par de zapatillas a un chico le pegue una puñalada o un tiro. Es muy complicado el uso de inhalantes. Diría que esto junto con el alcohol son los que generan más índices de delitos violentos. Esto se ha patentizado el 24 y el 31 de diciembre pasado: hubo cinco homicidios. Y en todos ellos la presencia de alcohol tuvo muchísimo que ver.

- ¿También se está refiriendo al llamado “paco”?

- No, no. Cuando digo inhalantes me refiero al poxiran, o a lo que se aspira. Usted lo nombró al “paco”. Yo he ido al juzgado federal y no hay expedientes por “paco”. Antes de ser ministro he ido a Toxicomanía: no encontré causas por “paco”.

- ¿Y por qué los medios insisten entonces en destacar esta práctica?

- La verdad que no sé.

- Varias notas alertan sobre el consumo creciente, sobre los efectos relacionados con el delito y el crimen….

- Incluso le digo más: el día que estábamos en la Cámara de Diputados, en esa suerte de interpelación que me hicieron a los quince días de asumir, a pesar de que yo les decía esto sobre el “paco”, y a pesar de que les contaba que había hablado con policías, que por ahí me dijeron: “mire, tenemos ganas de inventar un expediente para que nos dejen de jorobar sobre esto”, los mismos diputados me decían que existía “paco”. Por eso le reitero: puede haber, quizá, pero hasta ahora no hay un solo expediente o causa. Y eso que les he pedido a los investigadores de aquí alerta en el tema. Pero me dicen: “Ministro, no podemos inventar un expediente si no lo tenemos". Y hasta puedo explicarle porque aquí no hay “paco”.

- Díganos entonces.

- Si usted no tiene cocinas de cocaína: ¿cómo va a tener paco en la zona? Pueden ser que hayan traído, pero lo cierto es que no encontramos esas llamadas cocinas de cocaína en todo Mendoza. Y le recuerdo que para cocinar cocaína hay que quemar pasta base. Y hasta ahora no hemos detectado nada de esto. ¿Qué quiere que le diga?

- Digamos que una de esas teorías mediáticas de nuestros analistas cae por tierra, entonces, en tanto explican el aumento de violencia por el “paco”.

- No hay un solo expediente en Mendoza por este delito. Ayer estuve con el Director de Investigaciones. Le preguntamos algunos datos, entre ellos éstos, los relacionados con los consumos de sustancias ilegales. Y nos dijo que sí existía marihuana y cocaína, y obviamente los inhalantes. Y se trata de un funcionario que está hace 15 años en dependencias relacionadas con narcocriminalidad. Y el tampoco lo detecta.


- Regresemos a 2007. ¿Usted se enteró que sería ministro de Jaque al poco tiempo de que el actual gobernador resultara vencedor en las elecciones?

- (Ríe) La verdad es que un día apareció una foto mía en un diario. Y la nota decía que un vocero radical decía que Aguinaga iba a ser ministro...

- ¡¿Un vocero radical?!

- Radical, sí. Yo no tenía la menor idea de quién era ese vocero.

- Y usted ya se estaba yendo de vacaciones a Brasil, como lo hace todos los años.

- Si, ya teníamos hecho todos los preparativos con mi mujer para nuestras vacaciones. A los pocos días, en una cena, a la salida de la comida, un amigo me dice: “Mirá, no digas eso que vos no vas a ser ministro, porque a lo mejor te lo ofrecen nomás”. Y esto fue como a las dos de la mañana. Pensé: este amigo mío habrá tomado un poco de vino (risas). Pero ahí ya me preocupé (risas). Y de repente me apareció el ofrecimiento. Que no lo esperaba. Y al principio dije que no.

- ¿Por qué?

- Porque en ese momento estaba con un fuerte dolor que se me había generado durante la campaña política. Estábamos en un ómnibus descapotado y yo me pasé muchas horas mal parado, y ya al bajarme me costó muchísimo hacerlo. El dolor era como si tuviera artrosis en la cadera. Me hicieron radiografías, me hice ver por el médico. Y el me dijo: “No, estás bien, pero tenés que bajar un poco de peso” (risas). Y además, sinceramente, tenía todo organizado para veranear. Y había dicho que no. Y me dieron 24 horas para que lo pensara. Y le conté a Omar de Marchi toda la historia. Y de Marchi me dijo: “No, Juan, cómo te lo van a ofrecer a vos”. El estaba saliendo de Buenos Aires para acá. Cuando llegó a Mendoza se vino a mi oficina. Volví a contarle y él estaba muy impresionado por el ofrecimiento. Y me dijo: “Juan, esto hay que pensarlo”. Ahí ya ví…

- Que se iba a quedar solo en el verano, sin vacaciones.

- (Risas) Que si esto había que pensarlo era una convocatoria. Y la verdad es que yo preferí asumir esta responsabilidad porque fui educado así: ya le dije de la actividad política de mi padre, mi tío Félix fue vicegobernador. Yo comencé a trabajar política desde estudiante. Y siempre fui candidato a diputado nacional, creo que son ocho campañas. No salí nunca. Después fui senador provincial, de ahí pasé a la Inspección General de Seguridad y ahora me tiene acá.


- ¿Recuerda algún correligionario de su partido en algún cargo del Ejecutivo de Mendoza desde 1983?

- No.

- ¿Usted es el primero?

- Sí, lo soy.

- ¿Será un símbolo?

- (Risas) Mire, a mí me han puesto acá para que me ocupe de la seguridad de los mendocinos y no de las cosas políticas. La verdad es que entiendo que esta conjunción del Partido Demócrata con el justicialismo, y de mucha gente independiente, está muy bien vista.

- Por último quería pedirle la receta de su feijoada, que es una especialidad suya muy ponderada, y aún cuando el clima sea hóstil no está de más conocer su secreto culinario.

- (Risas) Primero, a los porotos negros, hay que ponerlos en remojo la noche anterior con cebolla picada. Los porotos se compran en el Mercado Central. (Habla portugués) Feijao preto. Tem que ser remolhado em agua a noite inteira. Con cebolla picada. Y con esa misma cebolla picada hay que ponerlos a hervir. Ponerle sal, laurel y después empezar a colocarle cosas. En Brasil la hacen con charqui. Yo no le pongo acá, aunque hay para comprar. En realidad como tenemos buenos productos de cerdo le pongo cola o carne de vaca, chorizos. Y ahí estamos. Hay que tratar de comerla con algo verde. El sentido es que ayude a la digestión, ya que es un plato muy pesado. En Brasil se come los sábados al mediodía.

http://www.mdzol.com/mdz/nota/25880

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