El PRO, esa línea interna de la UCR y por qué si gana Cambiemos Cornejo no debería festejar (tanto)





Nadie entiende el reclamo de cordura, cierta mesura y hasta un criterioso nivel de coherencia hacia los partidos políticos. ¿Por qué deberían ser diferentes a la sociedad que representan? ¿Qué se les reclama, en todo caso, de distinto, de ejemplar, si el entramado social no es mejor muestra de lo que estos partidos nos devuelven como vida pública?

Son ellos, es obvio, pero también los que los votan (votamos). Y asumirlo no sería mal plan. 

Mendoza tiene uno de sus peores poderes democráticos desde 1983: el Legislativo. Basta repasar su nivel de trabajo y su peso intelectual en nuestra realidad. Ese desempeño es una muestra que la calidad institucional ha ido cediendo. Aquello que nos daba orgullo hoy es más pena y olvido. 

Y nuestros legisladores, salvo honrosas y escasas excepciones, una secta que es más bien un aguantadero de la política que un canal generador de políticas, oficiales o alternativas (otro tanto con los conchabados en el Congreso Nacional). La gravitación de nuestro sistema bicameral (propio de alguna aldea suiza más que de este presente ni emergente de Mendoza) es la suma de todos los ceros. Acariciando la nada. O esperando el llamado telefónico desde el Ejecutivo.

No es momento de referirse a otro de los poderes republicanos, el Judicial, un juguete de los poderosos de ocasión. Y de aquellos que sin poder público amarran sus naves en esta institución. 

Y sí: estamos en la B, Paco.


A diferencia de los legisladores a los funcionarios judiciales nadie los vota. La meritocracia ha dejado esos pasillos para anidar en el arreglo político. 

Así nos va en Mendoza, claro. Cada vez más parecidos a Catamarca que a Santiago de Chile.

Somos productores de vino y de empleados públicos (en los tres poderes). Podrían llamar a los tipos del Guinnes. Quizá ganamos unos mangos extra por poseedores de algún récord y así dejamos de endeudar hasta nuestros tataranietos por dos días.

Salvo que sucedieran una serie de hechos hasta ahora impensados, las elecciones legislativas serán un triunfo para la lista de Cambiemos en Mendoza. El sello Cornejo conseguirá una ratificación de la Mendoza profunda, en tanto la oposición no consigue aglutinar adhesiones. Es el destino de un partido que tuvo en Jaque, pero, peor, en Pérez, una muerte anunciada. Este último, por si hicieran falta más ejemplos, es también parte de esa Mendoza destrozada.

¿Para cuándo un Salón de los Pasos Perdidos de ex gobernadores?


Los libros de historia dirán que Paco Pérez fue más bien la consecuencia de una sociedad narcotizada que de una brillante o lúcida. Y no es demasiado esfuerzo explicarlo, ni siquiera para los historiadores de hoy.


Cornejo es un arquitecto del poder. Desde sus primeros días al frente del municipio consiguió desplazar a otros del Gran Mendoza, acaso comarcas más gravitantes o tradicionales (Capital y Guaymallén). Y así Godoy Cruz se transformó en referencia, el mito fundante. Allí se cocinó la alianza entre los Kirchner y Cobos y el radicalismo. Y allí también se selló el abrazo italiano con el presidente Macri, antes que fuera el inquilino de la Casa Rosada. 

Atrás, sin verse, estaba Cornejo.



En soledad, el propio gobernador es el que guarda la llave de su futuro: hasta ahora no ha hecho más de lo ineludible en su administración provincial: ordenarla, ponerla en caja. Y ha mostrado sus zarpazos felinos de vez en cuando. Tampoco ha llevado grandes temas a nuestra agenda. Y, por momentos, exhibe una corrección política cavernícola (más Catamarca que Santiago etc. etc. etc.), que no transforma sino que fortalece el status quo.

En resumen: durante su gobernación ha sido más Cornejo que Alfredo.



El oficialista PRO de Mendoza es una línea interna del radicalismo, impensado cuadro en el resto del país. Cornejo lo hizo. Varios dilemas se abren a partir de este hecho político: ¿podrá el PRO local conquistar una identidad con vocación de poder? ¿Qué le falta al macrismo de Mendoza para sumar valor a una alianza que lo atrapa como ladero y no como protagonista? ¿Qué versión de Cornejo obtendremos luego de una más que probable victoria electoral? ¿Gana Cambiemos o pierde la oposición? ¿Quiénes serán sus nuevos socios si el plan A se diluye en el fango de una provincia atascada en la mediocridad? ¿Cómo discutirle si hace bastante tiempo que no pierde?

El gobernador, mientras, se construye más como Cornejo que como Alfredo. Esa parece la nueva autopista del único líder con visión de la política en Mendoza (lo que tampoco lo hace un estadista aún, sino que lo excluye de la categoría cachivache). 

El capitán sigue a paso firme en el desierto. Los marineros, en cambio, se ahogaron con el diluvio del Arca que construyó Paco, el profeta de una tierra invisible. Así nos fue y así nos va.


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